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Sinopsis

  «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16) ¿Alguna vez te ha sido difícil oír la voz de Dios? ¿Te has hallado atrapado en alguna situación confusa y necesitando consejo y aun después de orar y de leer la Palabra―aún no estás seguro de lo que Dios quiere que hagas? Yo he tenido esa experiencia. Conocía la Palabra escrita de Dios y ponerla en prácticahabía cambiado mi vida. Pero, cuando se trataba de decisiones para las cuales no había una respuesta directa en la Palabra, no estaba segura de qué hacer. Por ejemplo, decisiones como: a cuál ciudad mudarse, y cosas por el estilo. Lo que me guardó fue el conocimiento de que estaba haciendo lo correcto. La Palabra escrita de Dios y el testigo interno son dos cosas diferentes; nunca se contradicen, pero ambos son parte vital de nuestro caminar en el Señor. Por ejemplo, Dios esperaba que Israel obedeciera Su Palabra escrita. Pero también les dijo: «Obedézcanme» (Jeremías 7:23; NVI), pues quería que conocier